domingo, 7 de febrero de 2016

MI "NO PARTO": CESÁREA DE MELLIZOS

Hoy voy a contaros mi experiencia como "mujer no-parturienta" pero a la vez mujer dadora de vida, y de mucha vida.

Antes de nada me gustaría aclarar por qué, siendo defensora de todo lo público, tuve a mis hijos en el hospital privado "NH Nuevo Belén".
Cuando me quedé embarazada, al haber sido por FIV, me hicieron una primera ecografía a las 5 semanas (para comprobar que el embrión había implantado bien). En esta primera ecografía, sólo se vio un embrión, por lo que creí que iba a tener un solo hijo.

De esta manera, empecé a pensar en dar a luz de forma natural, pero que no fuese en casa, ya que me daba más seguridad que fuese en un hospital por si había algún tipo de complicación. Busqué entonces opciones, y encontré que en el hospital "NH Nuevo Belén" ofrecían una sala para parto natural, donde tú podías elegir además a tu partera.  Fui, me informé, me gustó.
En la ecografía de la semana 8 me dieron la sorpresa: "¡SON DOS!" (para más detalle, mirad la entrada "sorpresón" ), y junto con este notición, unos resultados de hematología que confirmaban que tenía una alteración en la sangre, por lo que necesitaría pincharme heparina TODO el embarazo.

Con este nuevo rumbo que había tomado todo, tuve que decidir qué hacer. Un parto natural ya no era viable... Conocí entonces al obstetra y ginecólogo "Petrit Dibra Doko", que atendía en el "NH NB (por abreviar). Me gustó, me transmitió una calidad humana inmejorable (tuvo que atenderme en muchas ocasiones en urgencias, debido a los sangrados) y además tenía mucha experiencia con embarazos y partos gemelares y no le suponía un reto nuevo enfrentarse a una embarazada heparinosa (por lo visto es una cosa muy común).

Bueno, habiendo aclarado esto, vamos con el "no-parto".

En la semana 36 empecé a tener bastantes contracciones, y una noche en la cama noté que se me salía un poco de líquido. Fui inmediatamente a urgencias, me atendió un hombre (que no era mi ginecólogo) y me hizo la pregunta incómoda a la par que gilipollesca: "¿no será orina?". Pues no, no era orina. Me pusieron monitores y no vio nada raro, así que para casa.
No me quedé conforme y a la mañana siguiente fui a ver a Dibra Doko. Volvió a hacerme monitores y una ecografía, y muy serio me dijo que había sufrimiento fetal, que los niños tenían que salir ese mismo día. Estábamos en la semana 36 y 6 días, era un 17 de febrero de 2015, y allí me encontraba  yo, con Álex a mi lado, escuchando que ese mismo día íbamos a ser padres.

En la ecografía se vio que los pequeños tenían la posición del dibujo que aparece ahí arriba: Gael (el bebé más grande) estaba bocabajo colocadito y Héctor estaba de forma transversal bastante mal colocado, oprimiéndome los pulmones. Había que sacarles cuanto antes, a las 14:30 me harían una cesárea.

Me subieron a la habitación, me pusieron dos cunitas de metacrilato al lado de mi cama y allí estuvimos toda la mañana hasta que a las dos vinieron a por mí con una silla de ruedas.

Acordamos con Dibra Doko que Álex estaría en todo momento conmigo, por lo que le prepararon a él también con ropa de quirófano. Me pusieron la dolorosísima raquídea, y me tumbaron atándome los brazos en forma de cruz (porque esta anestesia puede ocasionar movimientos involuntarios en los brazos). Mi cuerpo se durmió de pecho para abajo completamente y todo fue muy rápido. Álex estaba detrás de mí, notaba su voz al lado de mi oído, y eso me relajaba y me llenaba de amor... entre dos obstetras hicieron la cesárea, y yo pude verlo todo reflejado en la lámpara del quirófano.

Personas impresionables, no sigáis leyendo.

Pero exactamente, ¿cómo fue la cesárea? Vi en la lámpara como me abrían la tripa con un bisturí, y después noté cómo entre los dos me abrían la carne, con mucha fuerza. Apartaron partes de mí y después me dijeron que iban a sacar al bebé más grande... salíó dentro de su bolsa, que rompieron inmediatamente junto con el cordón que nos unía, y una especie de pajarillo asustado y mojado empezó a llorar. Movía sus pequeñas y delgadas extremidades, las enfermeras me lo enseñaron: era Gael... "¡Qué pequeño es!" (dije llena de miedo), "Pues éste es el grande", me dijo Dibra Doko, y se lo llevaron rápidamente a limpiarlo y hacerle el test de Apgar. Los médicos volvieron a la carga, esta vez a por Héctor, que nació justo cuatro minutos después de su hermano. Ver a Héctor produjo en mí un sentimiento mayor de miedo si cabe que ver a su hermano... era demasiado pequeño, pequeñísimo. Sus piernecitas parecían hilos de lana finos y frágiles, y su cabecita era tan chiquitina... Me lo acercaron, y enseguida se lo llevaron igual que a su hermano.

Entonces aparecieron las enfermeras con los dos bebés envueltos en toallas blancas, con gorritos blancos... verles tranquilos así, tan protegidos y calentitos fue lo más bonito que recordamos su padre y yo... "qué bonitos son, qué bonitos son", decía esta recién madre sin parar. Un momento precioso, aunque efímero. Se los llevaron, y apenas me dio tiempo a verles unos segundos... Álex fue con ellos, y yo no paraba de repetirle que hiciera el piel con piel, mientras se me saltaban las lágrimas de la emoción del momento y me quedaba sola con los médicos, que se pusieron a coserme. Mientras me hablaban con mucha alegría, de lo bien que había salido todo, que los bebés estaban muy bien, y que me habían hecho una obra de arte en la tripa. "¿Está quedando bien?", "Está quedando tan bien que este verano en lugar de bikini te vas a poder poner un tanga si te apetece", y nos reímos mucho.

Pues ya estaba cosida, ahora me moría de ganas por subir a la habitación con mis niños y mi hombre... estaba deseando llegar. Me llevaban tumbada en la camilla y yo estaba como loca mirando a ver si veía también a mis padres... Les vi, pero todo muy rápido también, había algo que yo no me encajaba, todos con prisa y nadie me decía nada.

Entonces ocurrió algo horrible para mí en ese momento: llegar a la habitación y ver las luces apagadas: VACÍA. No había nadie allí. No estaban mis niños, no estaba Álex. Nadie sabía decirme nada, me tumbaron en la cama de la habitación y allí estuve sola un rato, sin saber qué había pasado.

En unos minutos que se me hicieron eternos, lloré muchísimo. Me sentí fatal... no puedo describir la sensación de soledad y vacío que sentí... muy doloroso, mucho.
Por fin apareció Álex, que me explicó que los niños habían nacido mucho más pequeños de lo que los médicos habían estimado, y que les habían metido en la incubadora... además Héctor necesitaba glucosa y le habían puesto una vía en el tobillo... en ese minúsculo y fino tobillo... empecé a tener ganas de vomitar.

Poco a poco la anestesia fue desapareciendo, y comenzó el dolor físico, que unido al dolor emocional que sentía, hicieron de las siguientes 48 horas un infierno. Sin dormir, sin ver a mis hijos, con un dolor tan insoportable que me pusieron morfina, vacía y sola. Terrible.

Dos días después pude sentarme en una silla de ruedas y entonces subir a ver a mis hijos, por fin. Esa primera visita a neonatos fue durísima: me acercaron a Gael, fui a cogerle y las enfermeras me echaron la bronca porque "no le cogía bien" (¡anda ya!, la naturaleza es sabia y yo solo quería acunarle junto a mi pecho). No me dejaron, me sentí muy mal, incapaz de hacerme cargo y de hacerlo bien... me reconfortó ver a Álex cogerles, cómo las enfermeras (que le habían estado instruyendo magistralmente estos dos días) alababan los progresos del único padre que allí se encontraba. Quise irme de allí, quise volver a mi habitación y esconderme. Tuve esa reacción infantil que ahora no sabría explicar ni entender, pero así fue.

Dos horas y media después nos llamaron porque los niños necesitaban que les diésemos la siguiente toma, y entonces, al sentir esa necesidad, no sé cómo, noté algo muy raro en mi cuerpo y de mis pechos empezó a brotar leche. Me sentí feliz, plena, mujer, MADRE, madre por fin... ¡¡¡MADRE POR FIN!!!

Subimos y entonces ya no tuve más miedo. No iba a volver a dejarme amedrentar por unas enfermeras frías con poca capacidad empática. Para mi sorpresa y alegría, había cambiado el turno de enfermeras, y esta vez me atendió una matrona encantadora, dulce y cálida, que puso a Héctor en mis brazos mientras me explicaba cómo tenía que hacerlo para poder coger a los dos a la vez. Así, del tirón, el primer encuentro de amor real con mis hijos se produjo en ese momento, con los dos a la vez.

Como si fuese magia, ambos se engancharon a mis pezones, extrayendo de mí su sustento, y con él se iba mi vida en forma de amor inconmesurable... no puedo tampoco describir la alegría y la paz de este momento. Vi a Álex llorar por primera (y única) vez, de alegría...  y fue todo tan bello... Qué bonitos eran, pensaba. Estaban desnudos sobre mí, una mantita les tapaba... estaban tan calentitos, olían tan bien... tan guapos... sus bracitos me agarraban, cada niño a su teta correspondiente, y como si lo hubiesen hecho toda la vida, mamaron hasta saciarse, quedándose dormidos en mis brazos.

Cuánta belleza... me sentí una loba con sus hijos. Mis pequeños cachorros... por fin estábamos todos juntos y podíamos recuperar el tiempo perdido. Nunca más iba a separarme de ellos contra mi voluntad.

Y así fue, a partir de ese momento todo fue más fácil.

Aquí están, los momentos más duros y más bellos de mi vida... Y yo, emocionada, me voy a secar las lágrimas. Un abrazo, preciosas, y mucho ánimo si alguna tiene que pasar por esta experiencia... todo el amor compensa siempre el dolor hasta borrarlo casi por completo de nuestra memoria.

S.

9 comentarios:

  1. Una entrada preciosa.
    Es ironico como un momento mágico puede ser también terrible.
    Enhorabuena por tus angelitos

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  2. Ay, que me has hecho llorar... Que entrada tan bonita y a la vez tan amarga! Enhorabuena por tus "Bonitos" y a disfrutar de ellos a tope, que ahora entran en una etapa divertidísima! ;-)
    Besotes!

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    1. Ay, yo que me alegro de haberte transmitido cosas... :) muchas gracias y un abrazo

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  3. Serán las hormonas del embarazo, pero me he emocionado tela con tu relato!! Qué maravilla! Cuánto amor!

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    1. Enhorabuena, preciosa!!! Qué alegría!! Un abrazo enorme y a volver a disfrutar de esta etapa maravillosa

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  4. Ufff que pasada!!Me has emocionado. Me alegra volver a verte x aki, y ver a los Bonitos tan requeteguapos!

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    1. Lia!! Qué estupendo verte de nuevo por aquí... Ahora mismo paso por tu blog a visitarte :) un abrazo

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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